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Para los países en vía de desarrollo

Los esfuerzos de los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas establecen para 2015 objetivos ambiciosos como la reducción drástica de las personas que sufren hambre, la de las personas cuyos ingresos son inferiores a un dólar diario y el empleo productivo y trabajo digno para todos, incluyendo mujeres y jóvenes. He allí los propósitos de la Cumbre del Milenio, objetivos en los que se ha avanzado, no sin variantes en diversas partes del planeta.

Mucho se ha discutido sobre el concepto mismo de pobreza, uno especialmente centrado en lo económico, pero con implicaciones políticas y sociológicas. Ser pobre es tener la imposibilidad de acceso a la satisfacción de las necesidades físicas y psíquicas básicas. Ello incluye alimentación, vivienda, educación, salud y agua potable, uno de los problemas de este milenio. Se agregan especificaciones como segregación social y exclusión. Los objetivos del Desarrollo del Milenio han trazado planes y coordinaciones, manejo de los recursos, programas realistas, maximización de la eficacia del gasto público.

Es evidente que el combate contra la pobreza requiere un enfoque integral pues no podemos limitarla a la falta de ingresos sino ubicarla en la falta de oportunidades, de seguridad y participación en las decisiones. Tiene, además, implicaciones de comercio internacional y de alivio de la deuda

Es necesario tener un enfoque centrarlo en la mujer y en jóvenes, creando programas micro financieros y de desarrollo local.

Las mujeres son las mas vulnerables, con menos oportunidades y las que tienen que accerse cargo de la crianza de los hijos solas, es por ello relevante el enfoque de género. Por otro lado la juventud es la que tiene escasa oportunidades, es un grupo poco incluido en la toma de decisiones y son quienes conforman el presente y el futuro.

Mucho se habla de la pequeña y mediana empresa, pero nadie se refiere a la microempresa que creemos que es una de las armas claves para enfrentar el tema.

Algo parecido a un sistema de microcréditos a los pobres como el de Bangladesh que mereció a su titular el Premio Nobel de Economía. El enfoque debe ser distinto en las zonas rurales como urbanas. Es necesaria la capacitación contante de las personas  con un sentido cooperativo para el fomento de los recursos naturales y hasta el establecimiento de casas-escuelas para niños de estas zonas marginadas.

Es necesario trazar un Programa Global  de Solidaridad para involucrar no sólo a la empresa privada sino a la población toda, como para aprovechar oportunidades de empleo y capacitación voluntaria e implementar un método de trabajo comunitario entendible por la gente que muestre solidaridad. No se trata de asistencia, se trata de ayuda estructural y además condicionada: para hacerse beneficiario se pone como condición la asistencia de los niños a la escuela. Es mi principio general: todo el que quiere reivindicaciones deberá pagarlas con su superación personal.

Debemos ir hacia el análisis socioeconómico de región por región: la identificación de los patrones culturales y el consecuencial estilo de vida imperante en cada sitio, la determinación de programas sobre esos sitios con pobreza absoluta o pobreza relativa, la especificación sobre pobreza educativa y la pobreza de servicios y la pobreza de seguridad social. Vacunación, contaminación, limpieza urbana, nutrición, evaluación de antecedentes de enfermedades, evaluación de criminalidad.

La lucha contra la pobreza es compleja y requiere, de un organismo específico. Hay que partir del desarrollo humano y ello incluye libertad política, económica y social que conlleve al respeto por sí mismo y la consecuencial conversión en actores de su propio destino, del de la comunidad a la cual se pertenece y de la nación toda.

En algunas ciudades de Colombia podría haber sonado como estrambótico la colocación de bibliotecas en las zonas más pobres, con sus computadoras y su acceso al mundo de hoy, pero dio resultado.

El desarrollo humano es aprendizaje. Aquí se trata de fomentar la movilidad social ascendente y la introducción de educación y cultura es una fuerza impulsora del desarrollo. Es más, deben considerarse ambas como derechos humanos. Hay que incentivar a la comunidad como punto de partida, como generadora de acción, en consecuencia debe tener poder de decisión. La autogestión comunitaria implica organización hacia su propio desarrollo.